¿Por qué formamos hábitos?
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Un hábito es un comportamiento que se repite una y otra vez. En función del tipo de consecuencias a las que nos enfrentamos, los hábitos son de dos tipos: buenos hábitos y malos hábitos. Buenos hábitos que tienen efectos positivos en nuestra vida y malos hábitos que repercuten negativamente en ella. Los seres humanos somos criaturas de hábitos.
Nuestros hábitos determinan la mayor parte de las acciones que realizamos y, por lo tanto, cómo resulta nuestra vida es en gran medida el reflejo de los hábitos que desarrollamos.
Por qué se forman los hábitos
Casi todas las acciones que realizamos son comportamientos aprendidos. Cuando aprendemos un nuevo comportamiento, éste requiere un esfuerzo consciente y un gasto de energía.
Una vez que aprendemos con éxito el comportamiento y lo repetimos, el grado de esfuerzo consciente necesario disminuye y el comportamiento se convierte en una respuesta subconsciente automática.
Sería un tremendo derroche de esfuerzo mental y energía tener que aprenderlo todo de nuevo cada vez que necesitamos repetir una actividad ya aprendida.
Así que nuestra mente consciente decide encomendar tareas a la mente subconsciente, en la que se arraigan patrones de comportamiento que se activan automáticamente. Ésa es la razón por la que sentimos que los hábitos son automáticos y que tenemos poco o ningún control sobre ellos.
Cuando aprendemos a hacer una tarea, ésta se almacena en la base de datos de nuestra memoria subconsciente para que no tengamos que volver a aprenderla cada vez que necesitemos hacerla. Ésta es la mecánica misma de los hábitos.
Primero se aprende a hacer algo y, cuando se repite la actividad un número suficiente de veces, la mente consciente decide no preocuparse más por la tarea y se la entrega a la mente subconsciente para que se convierta en una respuesta de comportamiento automática.
Imagina lo agobiada que se volvería tu mente si, un día, te despertaras y te dieras cuenta de que has perdido tus respuestas automáticas de comportamiento.
Vas al lavabo sólo para darte cuenta de que tienes que aprender a lavarte la cara y a cepillarte de nuevo. Cuando desayunas te das cuenta de que no puedes hablar con nadie ni pensar en nada sin olvidarte de tragar la comida.
Ver también: Psicología de la falta de respuesta a los mensajes de textoCuando te vistes para ir a la oficina, te das cuenta de que tienes que luchar durante al menos 20 minutos para abrocharte la camisa.....y así sucesivamente.
Puedes imaginarte lo horrible y estresante que resultará ese día. Pero, afortunadamente, no es así. La Providencia te ha concedido el don de la costumbre para que sólo tengas que aprender las cosas una vez.
Ver también: 4 Principales estrategias de resolución de problemasLos hábitos siempre empiezan conscientemente
Por muy automáticos que se hayan vuelto tus hábitos actuales, inicialmente fue tu mente consciente la que aprendió el comportamiento y luego decidió transferirlo a la mente subconsciente cuando se requirió hacerlo una y otra vez.
Si una pauta de comportamiento puede aprenderse conscientemente, también puede desaprenderse conscientemente.
Cualquier pauta de comportamiento se refuerza si la repetimos y se debilita si no la repetimos. La repetición es el alimento de los hábitos.
Cuando repites un hábito, estás convenciendo a tu subconsciente de que ese hábito es una respuesta conductual beneficiosa y debe activarse de la forma más automática posible.
Sin embargo, cuando se deja de repetir un comportamiento, la mente llega a pensar que ya no es necesario. Merece la pena mencionar aquí que las investigaciones han confirmado el hecho de que cuando cambian nuestros hábitos, también cambian nuestras redes neuronales.
Lo que quiero decir es que los hábitos no son patrones de comportamiento rígidos que no se puedan cambiar.
Aunque los hábitos tienen una naturaleza pegajosa, no estamos atrapados en ellos. Se pueden cambiar, pero primero hay que convencer a la mente de que no son necesarios. Los hábitos siempre responden a una necesidad, aunque ésta no sea tan evidente.